viernes, 9 de julio de 2021

No eres tú, es mi testosterona

Los tratamientos de testosterona se han convertido en el nuevo elixir de la eterna juventud masculina. Pero ¿qué hay de cierto? ¿Mejoran la sexualidad? ¿Existe la andropausia? ¿Es puro 'marketing'? Se lo contamos

Para captar al público reacio a medicarse, se comercializa en prestaciones que no parecen fármacos, como geles

Doctor Rosselló, andrólogo: "Hablar de la andropausia es una falacia. El hombre es fértil hasta el final de sus días"

La obesidad afecta a la función sexual. La grasa abdominal reduce la producción de testosterona



"Mejorará tu estado de ánimo, sentirás más energía y un deseo sexual renovado. Además, comprobarás cómo tus erecciones son más potentes y frecuentes que antes de empezar el tratamiento". Con esta consigna se presentan las clínicas Doctor T, presentes en Madrid y Barcelona desde 2018 y especializadas en tratamientos de reemplazo de testosterona (TRT), es decir, la hormona administrada en forma de inyecciones, comprimidos, parches o geles. Su objetivo: mejorar los niveles en casos de déficit y curar la andropausia. Y es aquí donde empieza la controversia. ¿Existe realmente esa 'menopausia masculina' o, como mantiene una gran parte de la comunidad científica, estamos ante una estrategia de 'marketing'? La testosterona tiene efectos en la formación ósea y en el tono muscular, pero también en el desarrollo sexual del individuo. Por eso, cada vez son más los hombres que buscan en estos tratamientos el milagro para recuperar cierto vigor perdido y vivir una segunda juventud. ¿Crisis de masculinidad o necesidad médica real? Consultamos con los expertos para analizar si esta hormona es realmente la creadora de la energía, la libido y la confianza masculinas.

"Recibí el tratamiento porque me encontraba un poco deprimido y con la libido por los suelos", asegura uno de los pacientes de las clínicas Doctor T. "A los pocos días comencé a notar que dormía mejor y que estaba como más animado. La situación en el dormitorio y, en general, con mi mujer también mejoró bastante", apunta otro de los clientes que han pasado por su consulta. ¿A que apetece seguir leyendo?

Aunque en España el auge de estos centros apenas tiene unos años, en Estados Unidos se han convertido en un negocio multimillonario y, entre 2001 y 2011, más de diez millones de varones de 40 años estuvieron prescritos con esta terapia. Una industria que llegaba a relacionar ese déficit con una crisis de la masculinidad y que incluso se convirtió en argumento político e insulto cuando los ultraconservadores denominaron 'low Ts' a los votantes progresistas (en referencia a sus presuntos bajos niveles de testosterona) y 'soy boys' a los vegetarianos, por ciertos estudios que consideraban que la soja ('soy') reducía la cantidad de esta hormona. Incluso Donald Trumpo se apuntó a la moda, permitiendo que se leyeran sus niveles de testosterona durante un programa de televisión en directo en plena campaña electoral de 2016 para demostrar que él no formaba parte de ese grupo de "hombres blandengues".

- La libido, bajo la lupa.

Pero ¿cuánto hay de cierto en los beneficios que se le atribuyen a estas terapias? Para aclarar cómo funcionan, acudimos a una de las clínicas Doctor T. "Hacemos una analítica muy completa y sólo aplicamos el tratamiento en los casos de déficit de testosterona y siempre que no haya ninguna patología que lo contraindique", nos explica Dinorah Torres, directora médica de las clínicas. Con respecto al controvertido concepto de la andropausia, Torres sostiene: "En los hombres no se desarrolla exactamente igual que la menopausia en las mujeres, pero hay otros signos visibles como la disminución del deseo o la energía a la hora de mantener relaciones sexuales. También se producen cambios como la disminución del vello y la masa muscular o el aumento de la grasa corporal, incluso algunos pacientes nos comentan que sienten calores y dificultad para concentrarse".

El andrólogo del Instituto de Medicina Sexual, Mariano Rosselló Gayá, no lo tiene tan claro: "Para empezar, hablar de andropausia es una falacia porque el hombre es fértil hasta el final de sus días. El problema es que han surgido muchas clínicas oportunistas que no están haciendo un diagnóstico certero a sus pacientes y ocho de cada diez hombres que entran en ellas salen con una prescripción de testosterona, incluso con valores normales". En este sentido, un estudio realizado en 2016 en la Universidad de Georgetown (Washington) desmontaba algunos de los mitos tras asegurar que la administración de dosis adicionales de testosterona era ineficaz en el tratamiento de la disfunción eréctil y no mostraba un efecto constante sobre la libido. Los geles de testosterona no son capaces de resolver las causas del problema, que muchas veces se encuentran en trastornos circulatorios, consumo excesivo de alcohol y tabaco o estrés psicológico. "Los productos de testosterona se comercializan para síntomas no específicos asociados con el envejecimiento normal, pero la testosterona no es un tratamiento razonable para en envejecimiento", aclara Adriane Fugh-Berman, experta en 'marketing' farmacéutico del Centro Médico Universitario en Georgetown. Sin embargo, según cuenta el doctor Rosselló, "existe literatura científica tanto a favor como en contra, y los propios profesionales no se ponen de acuerdo. Los hombres con un trastorno real realizado a través de un diagnóstico adecuado se pueden beneficiar, pero lo más importante es recalcar que no se debe patologizar un proceso fisiológico normal, ya que con la edad va disminuyendo la producción de testosterona, pero esta no se anula".

Convertir a los hombres en pacientes. Ésa fue la idea que puso en alerta en 2013 al médico de atención primaria Enrique Gavilán y que lo llevó a publicar su estudio sobre el esplendor de la testosterona. "Para captar al público de mediana edad reacio a medicarse, se han comercializado prestaciones que no parecen fármacos, como el gel axilar y los comprimidos mucoadhesivos, que se convierten en bienes de consumo cotidiano. La estrategia ha explotado los tópicos culturales del envejecimiento y la sexualidad a partir de campañas de sensibilización y es un caso paradigmático de invención y promoción de enfermedades", asegura. Casi diez años después de la llegada de esta moda a España, Gavilán advierte de que "sigue sin haber un consenso mayoritario en la comunidad científica sobre la aceptación del déficit de testosterona como enfermedad. El problema es que se ha hablado mucho de esta hormona como el 'elixir de la eterna juventud', asociándola a conceptos como la fuerza, la virilidad o una noche entera de sexo, y eso está tan metido en la cultura popular que es difícil contrarrestarlo con el sentido común".

- ¿Esencia de la masculinidad? Mitos varios.

Respecto de la evolución de los tratamientos, Gavilán apunta: "Afortunadamente, este fenómeno no ha supuesto ese 'boom' que se le auguró al principio y tenemos la suerte de que no hay una gran población untándose con geles. Ha quedado reducido a un ámbito muy concreto, que es el de las clínicas privadas que se anuncian en periódicos deportivos con el reclamo del típico varón de más de 45, que está empezando a ver que no tiene la misma vitalidad que hace 20 años y cree que se puede volver a comer el mundo".

En lo que todos los expertos parecen estar de acuerdo es en que la testosterona es una hormona clave para el desarrollo sexual y que también influye en el crecimiento de la masa muscular. "Por eso -explica el andrólogo Rosselló Gayá-, muchos culturistas la han utilizado para forzar su metabolismo". Una capacidad que la convirtió en la sustancia favorita en el mundo del dopaje, responsable de resultados tan tristemente conocidos como aquellos 9,79 segundos de Ben Johnson en los 100 metros lisos. Por lo demás, continúa el doctor, "sabemos que regula la transición de niño a hombre adulto a través de la aparición de caracteres secundarios masculinos como la barba, el desarrollo genital, el vello facial y público y el cambio en la voz. Asimismo, contribuye a la formación de espermatozoides, a potenciar la fertilidad y el vigor o deseo sexual". Tras la pubertad, los niveles de testosterona se mantienen más o menos constantes y, según el Colegio Americano de Médicos, a partir de los 30 años comienza una disminución de los niveles de testosterona asociada al paso de los años y continúa con una tasa promedio de 1,6 por ciento al año.

En el capítulo del sexo y el amor, lo que sabemos es que la testosterona juega en equipo y que no es exclusivamente masculina. Ambas hormonas, testosterona y estrógenos, encienden y alimentan la pasión en ambos géneros. ¿Sus compañeros? La dopamina (el neurotransmisor responsable del placer, que provoca euforia y subida de energía), la serotonina y la oxitocina. Es decir, que su papel tampoco es determinante: "Unos valores bajos de testosterona no siempre son obstáculo para mantener una buena relación sexual", asegura el doctor Rosselló. "Por eso, cuando un paciente llega a nuestra consulta porque refiere problemas en su vida sexual, también le hacemos cuestionarios psicológicos para tener un amplio espectro de su estado vital. No es lo mismo un hombre con una seguridad económica y que le va bien con su pareja que alguien que está deprimido, tomando medicación o sencillamente tiene una conceptualización del sexo y de lo que se espera de él que no es real". Y es aquí donde vuelve la famosa crisis de la masculinidad. "La exigencia del varón para con la mujer es muy alta. Parece que el hombre debe tener ganas siempre y debe poder tener una relación sexual en cualquier momento, pero eso no es posible. Podemos estar cansados, con estrés laboral... Eso de que al español nunca le duele la cabeza es un mito, lo que pasa es que nos cuesta tremendamente reconocerlo". También la obesidad tiene mucho que decir en este terreno. La grasa abdominal es hormonalmente activa, sus células producen estrógenos, leptina, factores inflamatorios y otras sustancias. Y su efecto es la reducción de la producción de testosterona. A este respecto, el andrólogo asegura: "En todos los congresos y publicaciones de endocrinología es bien sabido que la obesidad afecta de manera muy importante en la función sexual. Muchos de mis pacientes con sobrepeso han recuperado sus niveles de testosterona sólo con perder kilos".

Y, por último, ¿qué pasa con esa creencia popular que relaciona la testosterona con la agresividad? "También es un mito -explica el doctor Rosselló-. No hay ningún argumento científico que avale esa afirmación". Pero sí los hay en contra. Uno de ellos, el estudio de la Universidad de Zúrich, en Suiza, publicado en 2009 por la revista 'Nature', puntualiza que la testosterona "induce al comportamiento antisocial en los seres humanos, pero más a causa de nuestros propios prejuicios sobre sus efectos que por una actividad biológica real". Para llegar a esta conclusión, los investigadores hicieron una prueba con 121 mujeres porque, según explicaron, "tienen niveles de testosterona en sangre de referencia menos variables". El grupo se dividió en dos equipos: a uno le suministraron una dosis de testosterona de 0,5 miligramos y al resto, placebo. El experimento consistía en que todas debían negociar ciertas sumas de dinero. El resultado fue que aquellas que pensaron que habían recibido testosterona se comportaron de manera más conflictiva que las que pensaron que habían recibido placebo.

- El cerebro gobierna los testículos.

La producción de testosterona obedece a un sistema perfectamente reglado. El hipotálamo hace que la glándula pituitaria segregue las hormonas luteinizantes, que regulan la producción de testosterona al actuar sobre las células de Leydig en los testículos. Las hormonas luteinizantes llegan a los testículos a través de la sangre y, una vez allí, activan las células de Leydig para aumentar la producción de testosterona. Otro porcentaje de esta hormona -un porcentaje bajo, en torno al cinco por ciento- se origina en las glándulas suprarrenales, justo encima de los riñones, que producen hormonas esteroides como cortisol, aldosterona y hormonas que pueden ser convertidas en testosterona.

Cuando a un hombre sin déficit clínicamente relevante de testosterona se le administran cantidades adicionales, se pone en marcha un mecanismo de respuesta que hace que el cuerpo acabe reduciendo su producción propia.

Fábrica de esperma: Al segregar testosterona, las células de Leydig en los testículos estimulan también la producción de semen. A partir de una célula madre se desarrollan los espermatocitos y, por último, el esperma. La falta de actividad física y el sobrepeso destruyen los diminutos vasos sanguíneos de los testículos y dañan las células de Leydig. El resultado es una reducción en la producción de testosterona.

Músculos: La testosterona favorece el crecimiento muscular. Por eso también se la utiliza con fines de dopaje.

Centro de control: Cuando el cerebro recibe estímulos eróticos, ordena a las células de Leydig, situadas en los testículos, que se activen. Estas aumentan así los niveles de testosterona y la libido.

Tejidos grasos: Unos niveles adecuados de grasa son necesarios para realizar ciertas funciones vitales en nuestro cuerpo. La testosterona aumenta el metabolismo de las grasas, pero un exceso de grasa abdominal produce déficit de testosterona.

Huesos: La testosterona fortalece el esqueleto. Un déficit puede ir asociado a sufrir osteoporosis.

Músculos: La testosterona favorece el crecimiento muscular. Por eso también se la utiliza con fines de dopaje.

- El origen: un 'elixir de la virilidad'.

El 1 de junio de 1889, el neurólogo y fisiólogo Charles-Édouard Brown-Séquard sorprendió a la comunidad médica de la Sociedad de Biología de París. El hombre, de 72 años, anunció que se había inyectado una especie de 'elixir de la vida' creado a partir de una mezcla de fluido seminal y tejido de testículos de perros y cobayas. ¿El resultado? Un aumento de su potencia física y de su energía intelectual. El neurólogo, ridiculizado por sus colegas europeos que atribuyeron al invento un claro efecto placebo, encontró público afín por todo el mundo y, como explican en el libro 'Testosterone: an unauthorized biography' las investigadoras estadounidenses Katrina Karkazis y Rebecca Jordan-Young, ayudó a dar forma a los estudios futuros que vincularon esta hormona con una supuesta 'virilidad'.

(Raquel Peláez, XL Semanal, Ideal, 04/07/21)

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