martes, 2 de marzo de 2021

El pan, pero también las rosas (Pablo Santos)

Pablo Santos es sociólogo, activista y madrileño de adopción. Facilitador de procesos grupales y formador en género, diversidad y prevención de violencias. Forma parte del equipo de Otro Tiempo, donde coordina "Privilegiados" (otrotiempo.org/privilegiados), un laboratorio para hombres que quieren acercarse a prácticas más feministas

Masculinidades

El mandato de dejar de generar malestar va estando cada vez más claro, aunque sea en la teoría. Pero, ¿vemos hacia dónde caminar para generar bienestar?

Y tú zurra que dale con cómo hacer con tu novia feminista, sin pararte a pensar en tu santa madre. ¿Qué los Reyes Magos son los padres? Venga ya, digamos alto y claro de una vez que los Reyes Magos son las madres

Las preguntas que tenemos que hacernos los hombres para empezar son otras: ¿recibo este tipo de cuidados? ¿Los correspondo en términos de equidad?


Creer que cuidar es aquello que apacigua el sufrimiento y el malestar es quedarse muy corto en "eso del cuidar", porque muchos de los cuidados están destinados a generar bienestar. Si bien todas estas tareas suelen estar invisibilizadas, me da a mí que estas segundas lo están más. Tengo la sensación de que, en general, el incipiente séquito de aliados tenemos claro que no queda otra que hacernos cargo de las violencias que ejercemos. Vamos poco a poco identificando algunas, incluso cambiando algunos patrones. El mandato de dejar de generar malestar va estando cada vez más claro, aunque sea en la teoría. Pero, ¿vemos hacia dónde caminar para generar bienestar? Ahí ya creo que vamos tropezón tras tropezón sin avanzar demasiado.

De todos esos bienestares, hay algunos que probablemente no tengan una palabra asociada, y estas líneas van en la dirección de crearla. Me refiero a todas esas actividades que hacen que la vida sea especial, única, inolvidable, que surja la magia y nos brillen los ojos. Que nos alegremos de puto estar vivos porque la vida es justo eso. Esos momentos que dicen que se nos pasan comprimidos en la cabeza un segundo antes de morir. El aporte concreto de estas líneas en dicha definición es que, ¡oh, sorpresa!, no surgen de la nada, sino que suelen tener a mujeres detrás.

Vamos a ver si con ejemplos lo aterrizamos un poco: aquel trabajo de plástica que nos trajo el reconocimiento de toda la clase y que tu madre se tiró haciendo hasta no se qué hora de la madrugada; el arreglo de última hora de aquel pantalón que te hizo triunfar en tu cita; el regalo de reyes que te hizo sentir el ser más afortunado del planeta. Cada comida familiar con el mantel de los domingos y tu postre favorito en la nevera. Cuántas horas de la vida de una madre pensando en cómo hacerte feliz, en cómo orientar sus súper poderes en anticiparse a tus deseos y necesidades para ponértelos en bandeja sin que movieras un dedo. Y tú zurra que dale con cómo hacer con tu novia feminista, sin pararte a pensar en tu santa madre. ¿Qué los Reyes Magos son los padres? Venga ya, digamos alto y claro de una vez que los Reyes Magos son las madres.

¿Recuerdas la cara de bobo que se te quedó cuando encendiste la luz de aquella sala y te encontraste a toda la gente que querías gritando "¡sorpresa!"? ¿La lágrima que se te cayó al abrir aquel álbum de fotos en el que habían participado hasta tus compis de primaria? Esa exultante sensación de saberte alguien especial no surgió por generación espontánea, como ninguno de los cuidados, sino que alguien dedicó tiempo y energía para que te sintieras único.

Me imagino que hemos acabado hasta las narices de peticiones y más peticiones de los típicos vídeos en horizontal durante la pandemia. Qué pesadez. Pero qué alegría cuando viste el tuyo, ¿verdad? Pues imagina la pesadez de quien anduvo horas consiguiendo números de teléfono, braseando a la gente con que porfa lo enviaran ya y montando todo aquel sinsentido audiovisual hasta transformarlo en un momento inolvidable.

Lo curioso es que el recalcitrante egoísmo androcentrista ya se ha ocupado de menospreciar e invisibilizar este tipo de acciones. Quizá es un tópico de anteriores generaciones, pero estoy seguro de que a todo el mundo se nos viene a la cabeza la del tipo al que se le olvida el aniversario. Jeje, hay que ver lo despistao que soy que se me ha vuelto a olvidar. Y lo exageradas que son ellas, claro, que hay que ver cómo se ponen por un olvido. Qué histéricas. Pues mira, yo creo que qué cosa más bonita que en un mundo de prisas, individualismo y no lo tengo apuntado en el Calendar, alguien aparezca con una flor, una vela o una venda en los ojos. ¿Amor romántico/Disney/cómo queráis llamarlo? Igual sí, pero no estoy hablando de esto; estoy hablando de hacer sentir especial a alguien, de celebrar que ese alguien exista y saberte dichoso por su existencia. De ponerle onda y celebrar el amor. Pues chico, si eso no hace que la vida merezca la pena ser vivida, yo ya no sé.

¿Que los cuidados tienen una base material de subsistencia importantísima? Claro. ¿Que estos cuidados que comento van arribita en la pirámide de Maslow? Correcto. ¿Que mi visión es profundamente blanca y europea? Por supuesto. ¿Que se puede vivir sin estos cuidados? Poderse se podría, supongo que sí. Pero para mí las preguntas que tenemos que hacernos los hombres para empezar son otras: ¿recibo este tipo de cuidados? ¿Los correspondo en términos de equidad? Mira tú, ya tenemos tema para hablar con nuestras compas, novias y madres o, mejor, con nuestros amigos o grupo de hombres.

Igual estos ejemplos no te conectan demasiado, o estás enfurruñado recordando esa cenita que preparaste el año pasado o el vídeo que te tocó montar en la cuarentena. Ok, tú mismo. #NotAllMen. Si te vale con llevar el vino a la comida familiar, pillar un libro en Trafis para el cumple o enviar una foto tarde para el álbum, tú mismo. Nadie te lo exigirá al nivel al que se te exigirá que no babosees, no piropees o no violes, claro que no. Pero digo yo que esto de construir otros vínculos más equitativos pasa por regalar tiempo y dedicación a otras personas. Diría que al menos al mismo nivel que los recibimos, pero viendo que esto no va sólo de equiparar, sino también de reparar, nos animaría a ponernos las pilas desde ya.

Que faena invertir un tiempo que muchas veces no tenemos, pero qué bonito y qué justo llenarnos de amor al saber que vamos a hacer feliz a alguien, ¿no? Hacer que la vida sea única. Qué bonito y qué justo entender que igual esos privilegios de los que queremos desprendernos tienen que ver con el pan, pero también con las rosas.

(Masculinidades en demolición, El Salto, 28/02/21)

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