domingo, 17 de mayo de 2020

"La plumafobia existe fuera y dentro del colectivo"

Juanan Ruiz, graduado en Arte Dramático


Juanan tiene 28 años y ha tenido que aprender a elegir todos los días «entre ser feliz como soy, a riesgo de que alguien no te acepte y te agreda, o contentar al mundo fingiendo ser otra persona». Nació en 1992 y recuerda que en Primaria, cuando jugaba con las niñas, «porque con ellas me sentía mejor, más protegido», en el colegio le llamaba al orden para que se fuera con los chicos. «Eso hace daño, te da a entender que lo que haces está mal».

Luego llegó el bullying, los insultos y los golpes. «Lo que ahora se llama bullying, antes era lo normal, mi madre tenía que ir siempre a quejarse al colegio, pero seguía ocurriendo, no había protocolos ni nada y me llegaron a romper un diente».

Según su relato, el acoso te va sembrando miedos e inseguridades: «Lo sufres en el colegio, pero también en el barrio te atacan cuando te sales de la norma y, por ejemplo, te pones una prenda de vestir que se considera poco masculina». A día de hoy, asegura que lo que sufrió en su infancia le ha ayudado a enfrentarse a los prejuicios y a guiarse en la vida por su propio criterio, «aunque la gente a veces te mire o oiga comentarios».

En el colegio, en el instituto, echó de menos formación sobre la diversidad sexual, «ahora hay tanta gente que ayuda a normalizar el colectivo Lgtbi en el cine, en internet, hay influencers, pero en nuestra época no había referentes», explica, «y te sientes raro porque no te ves reflejado en las películas, en la danza, en la televisión y crees que lo que te pasa a ti no le pasa a nadie más cuando le pasaba a muchísimas personas más».

Juanan tiene pluma «y en muchos casos lo he tenido que ocultar, no solo de cara a la gente heterosexual sino ante otros gays», confiesa, «la plumafobia existe fuera y dentro del colectivo, yo he tenido que ocultar mi pluma para ligar, hay homosexuales que te rechazan si eres afeminado, pero ¿qué problema hay, por qué te ofende?».

Su madre y sus hermanos siempre lo han apoyado, a diferencia de su padre, con quien no tiene relación porque no acepta su orientación sexual. Decidió estudiar Arte Dramático porque le gusta meterse en la piel de otras personas, «comprender otras vidas e intentar no juzgar a nadie como buenos y malos» y asegura que en la ESAD se sintió por primera vez «la persona más feliz del mundo, por fin me sentí uno más, respetado como yo era, considerado como una persona».

(Araceli R. Arjona, Diario Córdoba)

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