lunes, 25 de mayo de 2020

"Hasta que me fui del pueblo, no pude ser yo"

Pablo, estudiante


Pablo (nombre ficticio) tiene 30 años, nació el mismo año que la homosexualidad dejó de ser considerada enfermedad mental, pero en su niñez, en su entorno rural, esa idea tardó mucho más en desecharse. «De pequeño, escuché a mi abuela, a mi madre incluso, que tener un hijo gay era como tener un hijo con síndrome Down», recuerda, «no lo decían en tono despectivo, era fruto de la incultura o de la ignorancia, por falta de información». Con 13 años, empezó a ser consciente de que «algo no era normal». Le gustaban los chicos, pero intentó vivir de espaldas a eso. «Era creyente en ese momento y decía ¿por qué me manda Dios esto a mí?, yo quería ser normal». Ahora pienso: «Si existe Dios, gracias por hacerme homosexual porque ser como soy me ha hecho fuerte y superar todo en mi vida».

Él no tenía pluma, explica, «o si la tenía, intentaba taparla como mecanismo de defensa porque ser afeminado era una condena». La peor época de su vida la vivió interno dos años en un colegio del Opus junto a un amigo que sí tenía pluma y ambos fueron objeto de acoso. «Había días que no salía de mi cuarto a desayunar para no oír los insultos de los compañeros», señala.

Aunque sus amigos del pueblo siempre lo aceptaron, su orientación sexual es tema tabú en casa. «Sentar a mis padres para decirles que soy gay me parece algo raro, ningún hetero hace eso, sé que me dolería mucho que me rechazaran, pero me preocupa más cómo lo llevaría mi madre». Los estudios le llevaron a Córdoba y fue entonces cuando empezó a sentirse libre. «Ser de pueblo marca, hasta que salí de aquí, no pude ser yo».

La última prueba ha sido el confinamiento con sus padres. «Al principio bien, pero ya estoy deseando irme, llevo años viviendo independiente y me he tenido que cohibir, aunque a veces he pensado que si se tenía que enterar mi madre, quizás era el momento». Si hablara con ellos, les diría que «soy el mismo que conocen, con mis defectos y mis virtudes, ser gay no cambia lo demás».

(Araceli R. Arjona, Diario Córdoba)

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