Cuando Gabriel J. Martín (San Fernando, Cádiz, 1971) nació, sus genitales externos tenían apariencia femenina. Los médicos no lo dudaron, concluyeron que se trataba de una niña. Su padres le llamaron Patricia y fue educado en femenino. "Pero yo tenía un comportamiento arquetípicamente masculino, me gustaba jugar con niños, a juegos de niños, me gustaba vestir con ropa de niño, pedía peinados de niño... Incluso cuando me imaginaba a mí mismo en juegos, me veía como un niño", explica este hombre, psicólogo de profesión y residente en Barcelona. El shock llegó con la pubertad. "Mis genitales internos estaban formados de manera habitual, tenía testículos en las ingles, que eran funcionales y produjeron testosterona, entonces virilicé y me desarrollé en masculino", detalla. Un momento que para Gabriel fue doloroso, pero también liberador.
"Recuerdo dos momentos importantes en mi vida. Uno, cuando empecé a darme cuenta de que estaba virilizando, que me crecía el pene, que tenía vello en los brazos, en la cara, que me estaba convirtiendo en el chico que siempre había soñado. Ese momento fue, por una parte, gratificante, porque era como cumplir un sueño, pero a la vez supuso mayor rechazo, mayor acoso en el instituto, en la calle. Fue un momento muy crítico para bien y para mal", asegura. "El otro momento fue cuando buscando en un libro sobre sexualidad de los años 70 me encontré con la definición de pseudohermafroditismo, que es como se llamaba entonces, y vi que encajaba a la perfección con lo que le estaba ocurriendo a mi cuerpo, aquello también fue una revelación, dejar de estar perdido y tener un mapa, eso fue maravilloso", añade.
Gabriel vivió su infancia y adolescencia en soledad. No recibió el apoyo de sus padres ni del resto de su entorno. "La solidaridad, la comprensión, el apoyo comenzó en la edad adulta, cuando mi entorno empezó a hacerse adulto", lamenta. "El entorno fue bastante poco acogedor conmigo en general, es verdad que los entornos escolares son muy complicados, porque los cerebros son muy inmaduros. No puedes pedirle a un crío de 10 o 15 años que tenga la madurez que no está teniendo el adulto, así que no queda otra que convivir con ese entorno", relata. Gabriel explica que fue a los 18 cuando empezó a tener algunas amistades. Pero además de la soledad, el hombre pasó toda su infancia y adolescencia sin referentes, algo demoledor, según explica. "Los referentes son fundamentales, especialmente para las minorías. Te ayudan a encaminarte, te sirven de apoyo. Esto pasa con otros colectivos, cuando te das cuenta de que hay algo muy diferente en ti que los demás no podrán comprender y que, por lo tanto, no puedes compartir con ellos, hay una falta de intimidad con esas personas. Y esa falta de intimidad, de confianza, genera una distancia psicológica y esa falta de vinculación con los otros la experimentas como soledad", apunta.
- Genitales intersexuales.
Gabriel aclara que "no hay personas intersexuales, sino personas con genitales intersexuales", aunque reconoce que el debate es complejo. "Es una de las cuestiones que siempre sale en los debates. Decimos tres noes: no es una patología, no es una identidad, no es una orientación", comienza. "La intersexualidad es algo que tiene que ver con un fenotipo, con cómo está tu cuerpo. Por eso se cuestiona también por qué se está incluyendo en las siglas LGTB si no es una orientación ni una identidad. La mayoría de las personas que tenemos genitales intersexuales lo asociamos a algo genital o cromosómico y la mayoría no se siente interpelada por las siglas LGTB", continúa. "Pero sí que es verdad que por el hecho de formar parte de un colectivo que tiene que ver con la diversidad sexoafectiva, entendemos que las alianzas siempre son positivas", concluye su análisis.
La pregunta parte del supuesto de que el mundo se divide en dos grupos, el masculino y el femenino, y que las características biológicas y genéticas de todas las personas se ajustan a una de estas dos categorías. Sin embargo, no siempre es así y, de hecho, lo contrario es más frecuente de lo que se piensa. "Todo el mundo conoce a una mujer trans pero cree no conocer a ninguna persona intersex", lamenta Gabriel J. Martín, que sin embargo reconoce que desde hace diez años la intersexualidad tienen más visibilidad.
"Lo habitual es que los médicos estén perdidísimos, afortunadamente, en muchos casos, las familias localizan unidades expertas adonde dirigirse. En Cruces hay una unidad genética que lo hace muy bien, de hecho, los análisis genéticos de toda España los hacen aquí, mi mutación la encontraron aquí", explica. Hasta hace poco, era habitual someter a los menores a intervenciones quirúrgicas para "normalizar" sus genitales, sin embargo, en 2012, la revista Pediatric publicó un protocolo que "básicamente dice que no se interviene a no ser que el bebé corra peligro".
"En algunos casos están afectadas glándulas suprarrenales, en otros casos, por ejemplo, los testículos son funcionales pero están alojados en las ingles y si no los sacas pierden funcionalidad. Pero se recomienda hacer la mínima intervención porque antes lo que se hacía era feminizar los genitales creyendo que la identidad de género que iba a desarrollar el bebé iba a depender de la educación. ¿Qué pasaba? Que empezó a haber cada vez más casos de bebés que habían sido asignados como niñas pero no tenían identidad femenina", subraya el psicólogo. "En estos momentos se aconseja lo mínimo, incluso cuando hay una sospecha bastante fundada de que probablemente tenga identidad femenina. Si el clítoris es más grande de lo habitual se aconseja no intervenir porque puedes eliminar placer y estás afectando a la sexualidad de esa persona", ahonda.
En 2017, Alemania fue el primer país europeo en reconocer el legalmente el tercer sexo, aunque desde hacía cuatro años ya permitía dejar en blanco la casilla de sexo. En Dinamarca o Malta es posible marcar con una "x" la casilla del sexo en algunos documentos. En el Estado español solo existen dos opciones, femenino o masculino, y es obligatorio registrar legalmente al bebé marcando una de las dos opciones. Gabriel J. Martín no cree que la introducción de una tercera opción sea la solución a este dilema que enfrentan muchos padres y madres. "En muchos colectivos se aboga más por inscribir al bebé con un género, un sexo, aunque sepamos que puede ser provisional, a hacerlo con ninguno o un género neutro que marcaría más esa diferencia, porque luego el bebé al crecer no se sentirá de un género neutro. Cambiar el sexo en la documentación posteriormente es muy fácil", explica.
- Terapia afirmativa gay.
Ya en la edad adulta, Gabriel J. Martín se enfrentó a un nuevo reto: su homosexualidad. "También fue un proceso. Ya venía de una historia y cuando tengo todo eso solucionado, empiezo a darme cuenta de que me gustan los hombres. Cuando se suponía que era una niña no había generado ningún conflicto, con lo cual había pasado desapercibido, pero cuando por fin aclaro mi identidad, resulta que me doy cuenta de que tengo una orientación sexual que no es la mayoritaria, y ahí empezó otro proceso de aceptación", sostiene.
Gabriel J. Martín es ahora un reconocido psicólogo, pionero en el Estado español de la psicología afirmativa gay. "En los años 70 cambió el paradigma, se eliminó la homosexualidad del catálogo de enfermedades mentales y se aconsejó a todos los profesionales de la psicología que en lugar de decirle a la persona que cambie su orientación sexual, que trabajen para que la viva de una forma afirmativa", explica. Gabriel J. Martín atiende en su consulta a hombres homosexuales, de forma presencial y también a través de Internet. Sus pacientes son todas aquellas personas con las que pueda hablar en español. "Depende de la procedencia, lo que trabajo es diferente. En México, por ejemplo, estamos trabajando la aceptación de la homosexualidad; en España, las secuelas, la pareja, la sexualidad", apunta.
(Marta Martínez, Deia)
"Recuerdo dos momentos importantes en mi vida. Uno, cuando empecé a darme cuenta de que estaba virilizando, que me crecía el pene, que tenía vello en los brazos, en la cara, que me estaba convirtiendo en el chico que siempre había soñado. Ese momento fue, por una parte, gratificante, porque era como cumplir un sueño, pero a la vez supuso mayor rechazo, mayor acoso en el instituto, en la calle. Fue un momento muy crítico para bien y para mal", asegura. "El otro momento fue cuando buscando en un libro sobre sexualidad de los años 70 me encontré con la definición de pseudohermafroditismo, que es como se llamaba entonces, y vi que encajaba a la perfección con lo que le estaba ocurriendo a mi cuerpo, aquello también fue una revelación, dejar de estar perdido y tener un mapa, eso fue maravilloso", añade.
Gabriel vivió su infancia y adolescencia en soledad. No recibió el apoyo de sus padres ni del resto de su entorno. "La solidaridad, la comprensión, el apoyo comenzó en la edad adulta, cuando mi entorno empezó a hacerse adulto", lamenta. "El entorno fue bastante poco acogedor conmigo en general, es verdad que los entornos escolares son muy complicados, porque los cerebros son muy inmaduros. No puedes pedirle a un crío de 10 o 15 años que tenga la madurez que no está teniendo el adulto, así que no queda otra que convivir con ese entorno", relata. Gabriel explica que fue a los 18 cuando empezó a tener algunas amistades. Pero además de la soledad, el hombre pasó toda su infancia y adolescencia sin referentes, algo demoledor, según explica. "Los referentes son fundamentales, especialmente para las minorías. Te ayudan a encaminarte, te sirven de apoyo. Esto pasa con otros colectivos, cuando te das cuenta de que hay algo muy diferente en ti que los demás no podrán comprender y que, por lo tanto, no puedes compartir con ellos, hay una falta de intimidad con esas personas. Y esa falta de intimidad, de confianza, genera una distancia psicológica y esa falta de vinculación con los otros la experimentas como soledad", apunta.
- Genitales intersexuales.
Gabriel aclara que "no hay personas intersexuales, sino personas con genitales intersexuales", aunque reconoce que el debate es complejo. "Es una de las cuestiones que siempre sale en los debates. Decimos tres noes: no es una patología, no es una identidad, no es una orientación", comienza. "La intersexualidad es algo que tiene que ver con un fenotipo, con cómo está tu cuerpo. Por eso se cuestiona también por qué se está incluyendo en las siglas LGTB si no es una orientación ni una identidad. La mayoría de las personas que tenemos genitales intersexuales lo asociamos a algo genital o cromosómico y la mayoría no se siente interpelada por las siglas LGTB", continúa. "Pero sí que es verdad que por el hecho de formar parte de un colectivo que tiene que ver con la diversidad sexoafectiva, entendemos que las alianzas siempre son positivas", concluye su análisis.
La pregunta parte del supuesto de que el mundo se divide en dos grupos, el masculino y el femenino, y que las características biológicas y genéticas de todas las personas se ajustan a una de estas dos categorías. Sin embargo, no siempre es así y, de hecho, lo contrario es más frecuente de lo que se piensa. "Todo el mundo conoce a una mujer trans pero cree no conocer a ninguna persona intersex", lamenta Gabriel J. Martín, que sin embargo reconoce que desde hace diez años la intersexualidad tienen más visibilidad.
"Lo habitual es que los médicos estén perdidísimos, afortunadamente, en muchos casos, las familias localizan unidades expertas adonde dirigirse. En Cruces hay una unidad genética que lo hace muy bien, de hecho, los análisis genéticos de toda España los hacen aquí, mi mutación la encontraron aquí", explica. Hasta hace poco, era habitual someter a los menores a intervenciones quirúrgicas para "normalizar" sus genitales, sin embargo, en 2012, la revista Pediatric publicó un protocolo que "básicamente dice que no se interviene a no ser que el bebé corra peligro".
"En algunos casos están afectadas glándulas suprarrenales, en otros casos, por ejemplo, los testículos son funcionales pero están alojados en las ingles y si no los sacas pierden funcionalidad. Pero se recomienda hacer la mínima intervención porque antes lo que se hacía era feminizar los genitales creyendo que la identidad de género que iba a desarrollar el bebé iba a depender de la educación. ¿Qué pasaba? Que empezó a haber cada vez más casos de bebés que habían sido asignados como niñas pero no tenían identidad femenina", subraya el psicólogo. "En estos momentos se aconseja lo mínimo, incluso cuando hay una sospecha bastante fundada de que probablemente tenga identidad femenina. Si el clítoris es más grande de lo habitual se aconseja no intervenir porque puedes eliminar placer y estás afectando a la sexualidad de esa persona", ahonda.
En 2017, Alemania fue el primer país europeo en reconocer el legalmente el tercer sexo, aunque desde hacía cuatro años ya permitía dejar en blanco la casilla de sexo. En Dinamarca o Malta es posible marcar con una "x" la casilla del sexo en algunos documentos. En el Estado español solo existen dos opciones, femenino o masculino, y es obligatorio registrar legalmente al bebé marcando una de las dos opciones. Gabriel J. Martín no cree que la introducción de una tercera opción sea la solución a este dilema que enfrentan muchos padres y madres. "En muchos colectivos se aboga más por inscribir al bebé con un género, un sexo, aunque sepamos que puede ser provisional, a hacerlo con ninguno o un género neutro que marcaría más esa diferencia, porque luego el bebé al crecer no se sentirá de un género neutro. Cambiar el sexo en la documentación posteriormente es muy fácil", explica.
- Terapia afirmativa gay.
Ya en la edad adulta, Gabriel J. Martín se enfrentó a un nuevo reto: su homosexualidad. "También fue un proceso. Ya venía de una historia y cuando tengo todo eso solucionado, empiezo a darme cuenta de que me gustan los hombres. Cuando se suponía que era una niña no había generado ningún conflicto, con lo cual había pasado desapercibido, pero cuando por fin aclaro mi identidad, resulta que me doy cuenta de que tengo una orientación sexual que no es la mayoritaria, y ahí empezó otro proceso de aceptación", sostiene.
Gabriel J. Martín es ahora un reconocido psicólogo, pionero en el Estado español de la psicología afirmativa gay. "En los años 70 cambió el paradigma, se eliminó la homosexualidad del catálogo de enfermedades mentales y se aconsejó a todos los profesionales de la psicología que en lugar de decirle a la persona que cambie su orientación sexual, que trabajen para que la viva de una forma afirmativa", explica. Gabriel J. Martín atiende en su consulta a hombres homosexuales, de forma presencial y también a través de Internet. Sus pacientes son todas aquellas personas con las que pueda hablar en español. "Depende de la procedencia, lo que trabajo es diferente. En México, por ejemplo, estamos trabajando la aceptación de la homosexualidad; en España, las secuelas, la pareja, la sexualidad", apunta.
(Marta Martínez, Deia)
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