miércoles, 3 de enero de 2018

Vicente Gutiérrez Escudero: “Se aproxima un nuevo régimen de la significación, un erotismo nuevo, una nueva cultura del vínculo y el cuidado”


​'La mujer abolida' (El desvelo Ediciones) es un poemario escrito con escoplo y gubia, hay roca en sus versos, abismos, revuelta de uno contra sí y tentativas de vida (que se encuentra, se abre, se despliega). 'La mujer abolida' desenmascara las directrices (sutiles y obscenas) de un sistema –el capitalista- que nos ofrece dicha y libertad en pastillas (léase conductas inoculadas, mensajes colonizadores, pautas, marcas, rastros) de modo que, al tenerlas, anulan el instinto de buscarlas. ¿Cómo vamos a abrir espacios de libertad si nos hacen creer que ya la tenemos? La palabra del poeta, Vicente Gutiérrez Escudero (Santander, 1977) interpela como quien nos confronta. Se agradece. El tono, la intensidad, la denuncia, la ironía, la contundencia… 'La mujer abolida' resulta una lectura incómoda, pero hermosísima en su síntesis.

- Sin ánimo de comenzar siendo impertinente pero, ¿hasta qué punto la voz de un hombre está autorizada para la denuncia del fracaso del feminismo?

- Creo que, de la misma forma que una mujer puede denunciar el triunfo estrepitoso del machismo, no veo nada malo en que un hombre pueda reflexionar sobre las consecuencias desastrosas del fracaso del feminismo, que es un fracaso de todos. O dicho de otro modo: no veo nada irrespetuoso en el hecho de denunciar, analizar y opinar por ejemplo sobre el conflicto saharaui sin ser saharaui. Otro asunto sería acudir a una asamblea de mujeres feministas en la que la organización ha acordado no dejar entrar a ningún hombre y ponerme allí a opinar. Sería un acto de clara provocación pero en un libro propio… que cada cual escriba lo que quiera, ¿no? Puntualizaré, además, que la solapa del libro no menciona el fracaso del feminismo sino el fracaso del anarcofeminismo, que no es lo mismo. No niego las conquistas puntuales de ciertas corrientes como por ejemplo las del feminismo de estado, pero el objetivo principal del anarcofeminismo es el de construir una sociedad sin amos ni soberanos. Por otro lado, tal vez deba dar una explicación que concierne a la génesis del libro: al principio no lo concebí como tal, muchos de los textos que incluye este poemario se escribieron en un momento de mi vida en el que me lancé de lleno a la experiencia erótica, sexual y exteriófila, sin ningún tipo de filtro ideológico, sin obstáculos teóricos, desprendiéndome del discurso escolar (el discurso del dictado), rechazando la instancia ideológica como significado. Y tuve la necesidad de ir hasta las últimas consecuencias, con radicalismo. Aunque algunos de los poemas podrían etiquetarse como manifiestos político-programáticos, ninguno de ellos tiene una pretensión ensayística, ni pontificadora. Quiero decir que en ningún momento indico cómo ha de ser la lucha de la mujer. Tampoco podría aportar yo mucho en esa lucha. En ese sentido, La mujer abolida no tiene un carácter doctrinal. No es ni un ensayo ni un tratado. Es más, lo escribí sin pensar en su publicación. Son eso: experiencias lingüísticas, indagaciones en las exuberancias del lenguaje o, utilizando una expresión deleuzeana, agenciamientos de enunciación que, en el momento de brotar, no sé hacia dónde me van a llevar. Creo que el lenguaje poético siempre se abre a la alteridad. Es por eso que el libro está lleno de registros poéticos diferentes: enunciados constatativos y performativos, contradictorios a veces, que no han seguido ninguna intención concreta. He de decir que, poco a poco, al atravesar un cierto número de esas experiencias verbales, me di cuenta de que nuestro lenguaje, en el fondo, es excesivamente miserable, y es muestra del grado de dominación ideológica bajo el que vivimos. Por ejemplo, algunos de los poemas automáticos incluidos en el libro incluyen hablas machistas, hablas que evidencian el grado de contaminación lingüística que yo mismo poseo. Si las he dejado en el libro es porque, más allá de ser una autocrítica, sirven como parodia, como caricatura del machismo que todos los hombres tenemos dentro. Es una forma de ridiculizar esa colonización. Pensé que, de algún modo, mediante esa escritura automática, podía contribuir a señalar culpables y agentes de la dominación, subrepticios e interiores. Por tanto, si existe algún tipo de denuncia en La mujer abolida no sería solamente la de la situación de la mujer sino más bien la del binomio mujer-hombre-dominador; de denunciar algo denunciaría esa relación unidireccional de poder y dominación que se establece entre hombres y mujeres. Y ahí sí que me siento parte culpable. Como hombre siento que estoy en el ajo, por así decirlo. Si has leído el libro sabes a qué me refiero. En el libro tal vez haya una suerte de investigación inconsciente por saber cuánto hay en mí, en mi inconsciente, de miserable maltratador, de ridículo machista, de abominable chantajista sentimental. De modo que, volviendo a tu pregunta, te diré que si me siento autorizado a participar de esa denuncia es por la sencilla razón de que, dada mi condición sexual, me siento partícipe de este régimen contra-erótico que somete permanentemente a la mujer, en todos los ámbitos. Soy un engranaje más, y tal vez el engranaje más sucio y perverso, el más dañino e hipócrita. En ese sentido me doy asco a mí mismo, desprecio mi propia existencia, y pienso que la mejor opción habría sido callarme, desaparecer sin más. Ahora mismo me están entrando ganas de emprender algo así como una deserción viril, iniciar un exorcismo interior, una catarsis purificadora, una revolución contra-glandular, contra-testosterónica para desexualizarme, no sólo en el plano escrituario, y aniquilar así ese demonio pernicioso, paternalista y falsamente salvífico que poco puede hacer para eliminar la dominación contra la mujer.

- Si, como manifiestas, hay una frustración en la mujer occidental por ocupar su lugar, ¿la mujer en 'países en vías de desarrollo', son más auténticas pero están sojuzgadas de otro modo?

- El viejo sueño del siglo XX de ver en la mujer un sujeto revolucionario universal se derrumbó. Es trivial decir que el feminismo es plural. Es más exacto hablar de feminismos, de luchas dispersas. Pero hay tantas comunidades humanas en el mundo que no puedo lanzar una opinión al respecto; desconozco de primera mano la situación real de la mujer en esos otros miles de culturas, y respecto a ese ectoplasma que llamamos Occidente apenas conozco una pequeña porción. Supongo que en esas otras culturas las mujeres tendrán que derribar o invertir sus propios mitos, si es que desean hacerlo, de la forma que consideren oportuno. No es la misma lucha la de las mujeres saharauis en campamentos de refugiados, que la de las mujeres gitanas de Badajoz o las mujeres zapatistas de La Garrucha. Intuyo que en muchas de las periferias o semiperiferias la mujer está sometida a una dominación menos sofisticada pero no por eso más atroz. Es sólo una intuición.

- "Enamorado de aquello que nunca ha estado en ella". ¿Qué busca el hombre en la mujer?

- En el libro, es evidente que existe una presunción de heterosexualidad pero las experiencias y derivas que describo pueden darse de un hombre respecto de otro hombre, de una mujer respecto de otra mujer o de un grupo de hombres o mujeres respecto de otra mujer o grupo de mujeres. Dicho esto, sólo puedo hablarte de lo que busco yo, o creo buscar. Aunque ahora que lo pienso he de decirte que no busco nada en la mujer más que experimentar en la medida de lo posible todo lo que haya en ella de exterioridad, exponerme a lo que en ella exista de exterioridad, otredad y alteridad, sea lo que eso sea.

- "…para amar como quieren que amemos los civilizados/ has de estar prisionero entre excrementos/ religiosos/ ideológicos/ y morales". ¿Cómo quebrar los grilletes que nos han inoculado en sangre y piel?

- Nuestra lengua, nuestro pensamiento y nuestro inconsciente colectivo han sido formados en el molde mítico, que actúa como una camisa de fuerza. Aunque en esta fase agónica del capitalismo fosilista, en esta sociedad del espectáculo tardía que nos ha tocado vivir, tal vez tenga más sentido hablar de moldes míticos, de un entramado de moldes y submoldes líquidos, fluctuantes, efímeros, de mutaciones míticas o incluso de un rizoma mítico. Hoy más que nunca asistimos a la proliferación, en las maquinarias de expresión y de entretenimiento, de numerosos corpus formados por diferentes variantes del mismo mito. Tales alteraciones del mito no son nuevas. Por ejemplo, la emulación homérica fue un método utilizado por los autores del Evangelio de Marcos, obra que presenta muchas inversiones parciales de ciertos mitos y leyendas relativas a Ulises y Telémaco. Pero esto no sólo sucede en los textos religiosos, en la literatura, en el cine o en la música sino también en la ciencia, pensemos por ejemplo en el salvífico mito tecnológico, un mito que se ha convertido en una auténtica religión hoy en día: la tecnolatría. Todos estos mitos se actualizan mediante el rito. Y tanto el mal llamado tiempo libre como la sexualidad están llenos de ritos, ritos sociales y personales mediatizados y pedagogizados por la economía, la Escuela, la cultura del entretenimiento, los expertos y los libros de autoayuda. Si lo pensamos fríamente, una relación sexual se corresponde con el orden lógico-narrativo de un cuento clásico: preliminares, sexo oral, penetración, cambio de postura, tal vez turnos de habla, eyaculación y rubor sexual. Y el orgasmo femenino, a la luz de la mitología pornográfica, de mostrarse, se hace como mera caricatura. He ahí las imposiciones, he ahí el relato clásico actuando.

Ante eso, una vía de actuación posible, y que podríamos llamar decapado mítico, se basaría no tanto en la eliminación de supersticiones adoctrinadoras y mitos castrantes sino en su inversión. No se puede prescindir de las mitologías. En uno de los poemas del libro, el titulado "Los harenes feroces", pongo en práctica tales inversiones, concibiendo a la mujer no-ísica, no-atalántica, no-tetísica... Todo ello mediante una de las potencialidades del ser humano más denostadas de la actualidad: el pensamiento poético. Creo que el mito no debe ser codificado mediante el pensamiento racional. Es más, creo que un rasgo fundamental de los mitos es el no poder serlo nunca, algo ya advertido por Paul Ricoeur para quien los mitos expresan una experiencia inescrutable e inagotable, inaprehensible por el saber. Pero al desestratificar mitos se corre el riesgo de crear nuevos contra-mitos igual de nocivos o, incluso, menos móviles. Es bien sabido que la sociedad burguesa siempre retoma el mito, lo reactiva, lo invierte a su forma y nos lo inocula desactivando todo su potencial transformador. Es por eso que debemos hacer una aproximación al mito ni alegórica ni gnóstica, activándolo en función de nuestros particulares deseos de clase.

El problema de las mitologías en Occidente es similar al de los signos. Nuestra sociedad está repleta de signos, por todas partes; en nuestro lenguaje, en nuestras ropas, en nuestros cuerpos, en nuestros propios mitos… pero tales signos son negados. Los amos del mundo, un grupo social muy reducido, confeccionan lenguajes universales para enmascarar los signos, dejándolos en manos de la razón. De ese modo, con la deriva mercantilista del lenguaje, éstos son disfrazados hasta hacerse irreales, hasta no ser más que resortes ilusorios. Y no sólo eso: se convierten en coacciones moralizadoras. Volviendo a los mitos podemos asegurar que los signos de los mitos permanecen hoy en día cerrados, clausurados para impedir cualquier deriva, cualquier interpretación nueva y personal. En el bloque titulado "El erotismo unitario" propongo un erotismo que haga rodar el molino sígnico, sin detenerlo. Se trata de defender la autenticidad de los signos entre los que vivimos y entender que éstos pueden desarrollarse, experimentarse, vincularse y asumirse como signos. Este método incluiría darle la vuelta al lenguaje, ampliando su poder evocador y creando derivas inesperadas en su seno; abriendo líneas de fuga, improvisando formas originales de huida y nuevas vías de transgresión.

Por todo lo dicho, elaborando mitos propios y en una disposición de apertura hacia los signos, podremos amar de una manera autónoma y reversible. Ese nuevo territorio contra-mítico y pro-sígnico expuesto a la exterioridad, no recuperado y no condescendiente con el orden dominante, es lo que habría que alcanzar.

- "Aprendí que el amor tan sólo era posible/ enlanzándose con los sueños". ¿Cuánto de poesía y de humor requiere el amor no mercantilizado?

- Siempre me han interesado las experiencias que se producen entre la vigilia y el sueño, bien sea durante el adormecimiento o en el despertar paulatino. Ahí todo es posible: el humor, la poesía, el enamoramiento... En el libro no dejo de hacer referencia a ese territorio, del que, por cierto, nuestra forma de vida actual nos expulsa cada mañana con prisas.

- "Hace tiempo que decidí concebir un amor/ anterior al de los burgueses, / un amor/ posterior al capitalismo financiarizado…" ¿El capitalismo nos deja margen para habitar un amor de esta naturaleza?

- Siempre hay resquicios. Ahora mismo, aun bajo el imperio de la tecnolatría y la pesadilla industrial, hay toda una panoplia de sexualidades subterráneas, singulares, ni siquiera nombradas. Y no me estoy refiriendo a las fiestas que se montan los millonarios en sus yates y mansiones de lujo sino a gente de a pie que ponen en práctica una sexualidad de proximidad, una sexualidad no codificada, una sexualidad clandestina, no vencida, conformada por verdaderos acontecimientos. Lo que a mí me importa es poder sobrevivir a esta expiración, al cataclismo tecnológico e industrial hacia el que nos encaminamos y mantener una reserva de percepción, una mínima pulsión erótica con la que afrontar su colapso, contribuyendo al advenimiento de una fraternidad nueva, a la materialización de un futuro en el que podamos convivir y amar en condiciones de justicia y equidad.

- Pienso en el poema 'Un estado de excepción en nuestros cuerpos', ¿es posible que se dé en un momento en el que la única vida del cuerpo está frente a una pantalla de ordenador?

- En la actualidad es difícil, pero tengamos en cuenta que nos encaminamos a sociedades cada vez menos tecnologizadas. En ese contexto, creo que la dominación biopolítica será insostenible pues, por un lado, la escasez de combustibles dificultará la represión estatal y la manipulación mediática y, por otro lado, el colapso industrial repercutirá en una paulatina disminución de fármacos y medicamentos con los que controlar la sexualidad de la población.

- ¿Mejor el silencio a un "te amo socialmente consentido"?

- Por supuesto, y no hay que tener ningún miedo a eso.

- ¿Cómo se detecta a una 'amada abolida'?

- Una amada abolida es una categoría de mujer abolida muy concreta: se trata de aquella mujer a la que no se la deja amar ni ser amada. No olvidemos que en Occidente la mujer misma es una puesta en escena de lo simbólico y que vive sometida a la coacción ininterrumpida del capital. La mujer abolida es el tipo de mujer que los poderes económicos y políticos necesitan confeccionar para perpetuar su dominación y a la que toda mujer alienada, castrada, quiere parecerse. Su elegancia representa un sacrificio obstinado. Y ese padecimiento no nos permite proyectarnos en ella. Es lejana y neutral. Se la detecta cuando sus pretendientes abolidos la encierran en un aro sellado y no le dejan masticar los músculos de los topos de los cementerios.

- ¿Una amada abolida, una Jovencita, ¿tiene enmienda posible?

- Hablaría de una sublevación de género, que corresponde enteramente a la mujer. En mi libro hago un cuestionamiento radical del sujeto amado desde mi perspectiva de hombre alienado. Con sujeto amado me estoy refiriendo a un sujeto mítico femenino, mesiánico, promisorio. Claro que también podríamos hablar de amado abolido, de la misma forma que Tiqqun no vincula el concepto de Jovencita estrictamente a la mujer sino que se trata de un dispositivo, un agente de la dominación espectacular, que bien puede ser una mujer o un hombre.

Ante eso urge construir un nuevo paradigma del amor, distinto del pensamiento amoroso instaurado en Occidente por la Modernidad, un pensamiento que, por cierto, se ha basado siempre en las desigualdades de género y en la discriminación y sumisión de la mujer. Añadiré de paso que deposito ciertas esperanzas en esa transición poscapitalista hacia la que nos dirigimos. Tengamos en cuenta que vamos a iniciar una nueva etapa que se va a caracterizar por un descenso energético sin precedentes, lo que puede provocar una grata dispersión de poder. La cuestión es que no sabemos hacia dónde nos llevaría eso; si a escenarios solidarios de ayuda mutua o a regímenes locales basados en un todos-contra-todos, en la explotación de unos sobre otros o en un retorno a la esclavitud humana, si es que eso no se está dando ya. Sin embargo, confío en que esa dispersión de poder, forzada por la paulatina escasez de combustibles fósiles, va a favorecer el surgimiento de frentes de lucha dispersos, con demandas y aspiraciones bien distintas, adaptadas a sus entornos concretos. Será una gran oportunidad para poner en práctica un verdadero asamblearismo. Se aproxima un nuevo régimen de la significación, un erotismo nuevo, una nueva cultura del vínculo y el cuidado, una nueva coeducación de la camaradería y la correspondencia y por tanto un nuevo sujeto amado, o sería más apropiado decir una nueva otredad amada. El tiempo del nuevo erotismo vendrá muy pronto. Soy optimista al respecto.

- ¿Desde dónde, desde qué ángulo o desde qué yo –suponiendo que haya un yo- se produce la insurgencia del amor?

- Dudo también que podamos hablar de la existencia de un yo. De todos modos, de existir tal cosa, ésta, bajo la dominación actual, torna en sujeto narrado. Todos estamos integrados, pero ante eso hay quienes organizan su vida cómodamente en posiciones centrales, viviendo una narración impuesta, y por el contrario, hay quienes avanzan hacia las exterioridades, tratando de escapar a la ley, a la codificación y a la homogeneización. Tengo la convicción de que en todo ser humano siempre existe un deseo de exterioridad. Y considero que el amor, el deseo, el erotismo, donde presentan más efectos liberadores y donde aportan mayor conocimiento es precisamente en la exterioridad, en rincones aún no civilizados, en márgenes recónditos, en zonas de opacidad. En el libro hablo de la orgía efímera, la mujer líquida del sueño, el sonambulismo lascivo, el acaecer-cuerpo, el voyeurismo sosegado o el amor loco, que tanto reivindicaron los surrealistas; prácticas liberadoras y utópicas desde donde erigir un imaginario emancipado. Ahí sucede algo novedoso, algo que no sucede en los estratos míticos impuestos: la emersión de exótico y lo monstruoso. Decía Alfred Jarry: "Llamo ´monstruoso´ a toda belleza original e inagotable". El verdadero amor surge ahí: en lo monstruoso, en lo aberrante.

- Sabemos qué mujer reivindica en este poemario pero ¿qué tipo de hombre demanda una mujer líquida, una mujer no abolida?

- Lo único que puedo asegurar, y sólo a veces, es lo que demando yo. No sé qué otros hombres, mujeres o grupos de mujeres y hombres, desearían a esa mujer contra-mítica. Un granburgués o una granburguesa desde luego que no. Y estimo que muchos pequeñoburgueses y muchas pequeñoburguesas tampoco.

(Esther Peñas, Solidaridad Digital)